el marino que perdió el mar

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domingo, 2 de octubre de 2011

La isla de los marinos de mierda (Llevo dos...)

LLevo dos días fuera de mi isla. Interior.
En la costa.
Ahora soy yo quien mira los barcos que pasan. ¿Cómo serán sus tripulantes?
Observo como un pequeño pesquero trabaja el cerco pegado a la playa aprovechando la próxima bajamar. Comienzan las mareas vivas. Gran diferencia entre la alta y la baja. En términos náuticos la bajamar escorada.
Cuando izan el copo, los pescados reflejan el sol como espejos.
Pero estos no son. Estos duermen en casa todos los días.
Hablo de marinos de altura.

Mis primeras navidades las pasé en el banco canario-sahariano. Las segundas en el golfo de Guinea. Las terceras en Persia...
Mi madre no comprendía mi ausencia en esas fechas.
Mi padre callaba.
Mi hermana admitía que era mi profesión.
Nochebuena.
Termina la cena. La cámara de oficiales, como el resto de las estancias comunes, está vestida de fiesta; serpentinas, confetis... Se toma la última copa. Un brindis con los compañeros y al trabajo. El barco no para. No sabe de fiestas ni de madres. En un puerto esperan la carga. Y otra vez. Otro destino.

No sé como pasó.
El tiempo. Los años. Mi vida.
Si yo estaba ahí.
En uno de esos barcos que ahora hacen su approach en esta costa.
Recuerdo como, con los prismáticos, buscaba gente, terrestres.
Ahora soy yo el terrestre. Quizás algún marino me esté enfocando.
Me cuesta conformarme.
Veo los barcos que pasan.
Y un poco de mi
En ellos.

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