el marino que perdió el mar

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viernes, 14 de septiembre de 2012

El "topo" (guión para un cómic)

Sabía...

... que en aquella habitación estaba la respuesta.

Era lo único que necesitaba.

Quizás su última misión.

La noche era la defensa ante la invasión. Mientras fuese de noche ellos no se atreverían a moverse salvo con grandes faros de luz.

Lo seguían.

Los haces de luces hacían caminos en la sombra. Las calles, las fachadas de las casas, todo era barrido por ellos.

Pero él sabía como burlarlos. Lo había aprendido convirtiendose en un topo.

Desde el momento que habían irrumpido en su casa, matando a sus padres y llevándose a sus hermanos, su destino estaba decidido.

Eran fuertes pero también vulnerables.

De sótano en sótano, compartiendo oscuridad y basura con las ratas, los había observado y encontrado su punto débil. Cortándoles la luz se ahogaban.

Al primero se lo había cargado con un bate de beisbol. Simplemente lo esperó detrás de una puerta y cuando inició la entrada rompió en mil pedazos su haz de luz y su asquerosa vida.

Despues de aquello se dedicó a la caza. Dormía acurrucado de día en cualquier bodega o subterráneo apartado y con la llegada de la noche esperaba a alguno que patrullara solo.

Conocía el lugar en dónde ellos tenían a sus hermanos pero, por el momento era imposible ninguna acción directa contra aquel baluarte.

Tenían prisioneros a casi toda la ciudad. Hacinados en los mayores edificios, fuertemente vigilados, unicamente salían cuando iban a buscarlos. Y muchos no volvían...

Tenía que cruzar el callejón. No era mucha la distancia y en tres zancadas alcanzó la puerta de la casa abandonada. Se paró por si alguna luz había seguido su travesía. Nada. Ellos eran fuertes pero no infalibles.

Con sus ojos apagados, acostumbrados a la oscuridad, comenzó a subir las escaleras. Desde la calle subía el siseo que hacían ellos al desplazarse pero ninguno cercano. Se paró al llegar al tercer piso. Era allí. Por la tensión su cuerpo se llenó de electricidad y todos sus pelos se erizaron en dirección a la puerta. No le fué difícil abrirla. Entró en la habitación, La única ventana iluminaba tenuamente la pequeña estancia con los reflejos de los focos de ellos.
Una cama, una mesilla en una de las cabeceras, un gran armario, una mesa de escritorio y un confortable silla era todo el ajuar.
Estaba allí. Tenía que estar allí!

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