el marino que perdió el mar

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lunes, 17 de septiembre de 2012

Topo 1

Tenía que estar allí.

Quedó completamente quieto. Los exploradores nocturnos, los "focos", eran muy sensibles a los ruídos.
Estaban abajo. Estaban por todos los sitios. Eran la élite.

Quieto, esperó a que su vista se fuese habituando a la negritud atravesada espontáneamente con los haces de los guardianes de la noche.

La única ventaja que tenía era que los invasores no recogían materiales sensibles, como escritos o cualquier otro material sensible aunque brigadas de presos eran conducidos a las casas deshabitadas para hacer limpieza.

Arrastrándose se acercó a la mesilla de noche. Lo que allí estaba no era lo que buscaba. Con sumo cuidado abrió la puerta del armario. El espejo de la puerta comenzó a reflejar las luces que se colaban por la ventana procedente de la calle.
Extremó el cuidado. De un bolsillo sacó una pequeña linterna con luz roja con la que revisó el interior del mueble. Tampoco allí había papeles. Quedaba la mesa. Volvió a entornar la puerta del armario de manera que su ángulo limitase la incidencia de las luces en él.

Solamante quedaba ver en la mesa. Al incorporarse para ver que había sobre el tablero pudo comprobar que eran muchos los vigilantes que patrullaban y se metían en las casas.

Uno de los que buscaban era él.

El mismo Hohn Khun, el profesor que le había dado la dirección en la que ahora se hallaba, le asegurara que le perseguían. Sabían de su existencia aunque no tenían su imagen ni su relación con sus hermanos prisioneros pero se referían a él como "el que no se vé".
Repasó la mesa y todos sus cajones. No estaba lo que había venido a buscar.

No se desanimó. El viejo profesor y amigo le indicara que era posible que la documentación que buscaba no estuviese a la vista. El informe era tan importante que era posible que alguien intentara robarlo.

En dónde podría haberlo escondido?

Albrecht Landsteiner era, seguramente, la mayor eminencia actual en genética y la invasión lo había cogido dando un curso para los biólogos de la universidade local. Aquella habitación denotaba la sencillez del genio, si bien era cierto que la mayor parte de su tiempo la pasaba en el laboratorio de la Facultad de Biología.
Comenzó a palpar las paredes. Levantó un par de láminas enmarcadas sobre la pared, revisó la ropa de la cama, deshecha precipitadamente cuando entraron los invasores para llevárselo, las partes inferiores de los cajones,las escasas prendas de ropa del armario... nada.

Y tenía que estar allí. Hohn no podía equivocarse y era improbable que alguien se anticipara.

Dónde podría esconder el dossier el científico? Y él, en dónde lo escondería?

El suelo era de madera. Quizás algunas tablas levantadas... reptando repasó toda la superficie de la habitación. Nada, tampoco.

Quedó mirando hacia la ventana.

Dentro de la habitación no estaba. Dentro? Podría estar fuera. No había balcón y lo único que alcanzaba a ver era el aparato del aire acondicionado, un cacharro bastante voluminoso. Podría ser... aunque el riesgo era alto.

No tenía opción. O intentar revisar el viejo cajón externo o dejarlo, y eso nunca.

Colocado al lado de la ventana pudo abrirla sin dificultad. Alargó el brazo. Su cazadora negra y sus guantes del mismo color protegían su silueta-

Pasó su mano por la carcasa metálica. Allí había algo. Amarrado con cinta aislante notó un plástico por la parte exterior del aparato. Con cuidado intentó despegarlo pero la mano con guante resbalaba sobre el plástico din conseguir despegarlo. Tuvo que quitarse el guante. Ahora si. Los dedos hicieron su trabajo consiguiendo arrancar las tiras que lo sujetaban.

En el momento que lo recogía hacia en interior sintió como un rayo de luz daba en la pared externa de la casa fulminando la caja del viejo aparato de aire acondicionado.
Lo tenía pero lo habían descubierto!

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