el marino que perdió el mar

el marino que perdió el mar

viernes, 16 de noviembre de 2012

Surgió ...

Surgió como surgen las peores pesadillas...

De golpe!

Sin aviso. Sin margen de preparacíón. Sin tiempo para cobijarse

Arrasando

Cuando los nativos de la isla africana lo vieron quedaron petrificados. Sin poder de reacción, se les echó encima. Los resoplidos que acompañaban al monstruo eran aterradores.

Engulló las canoas sin esfuerzo alguno. No quedó vivo ninguno de los nativos

Desde la playa, mujeres y niños, lloraban con miedo y con rabia la pérdida de sus hombres pero el gigante aún no satisfecho les mandó una serie de enormes olas que llegaron al poblado ahogando a la mitad de la tribu.

Despues, continuó viaje buscando nuevas víctimas

El patrón de costa del pesquero gallego hacía guardia de noche mientras la tripulación dormía tras un día duro de pesca. Tres lances con luz y otro al llegar la noche habían dejado a todos eshaustos. Menos mal que los lances habían sido productivos y con abundante pesca. Positivo para los intereses económicos pero más duro para la gente que tenía que trabajar en el parque de pesca para meterlo en las cámaras frigoríficas. Con todo, ya de estar en el mar, que la pesca mereciese la pena.

Mar en calma y buena visibilidad. La Cruz del Sur sobresalía en un cielo de sopa de estrellas.

Medio amodorrado comenzó a escuchar un murmullo sordo y lejano.

Bajó el volumen de Radio Intercontinental.

El rumor se volvía más cercano y fuerte.

Salió al alerón buscando algún avión o algo parecido. Nada!. Subió a la magistral y entonces lo vió. Ni en las fantasías más extremas podía pensar que algo así existiera. Una masa, posiblemente en forma de serpiente marina, se deslizaba abriendo surcos de mar que se convertían en camino de luces por la fosforescencia. El espectáculo era grandioso. Lo malo era que se les echaba encima.

Reaccionó rápido tocando la campana para casos de niebla. Batió con fuerza, con golpes seguidos, a arrebato.

Agotada, la gente empezó a salir a cubierta mientras el patrón de pesca subía a su altura.

No hizo falta hablar. Los ojos de todos convergieron en aquella enorme bestian que pretendía engullirlos.

Con rapidez mandaron "avante toda" y la arrancada de la héliz fue inmediata.

Se dieron cuenta de que ya nada podría salvarlos cuando aquella monstruosa mole les tragó como la ballena a Jonás.

No quedó ni un resto sobre el mar.

Amanecía en el Atlántico Sur. Desde lo alto, a vista de pájaro, alguien podría observar como aquel monstruo de acero cargado de crudo apuntaba al norte con su enorme roda hambienta.

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