el marino que perdió el mar

el marino que perdió el mar

jueves, 25 de octubre de 2012

Cuando me dujeron...

Cuando me dijerosn que no embarcara en el "Simpatía" no les hice caso.

Desde luego a primera vista no era una belleza

El casco pintado de gris con parches de minio lo hacían parecer más un barco en su última singladura hacia el desguace que un carguero

Pagaban bastante bien y en época de vacas flacas no era cuestión de despreciar nada
Al salir del taxi y ver aquella bandera pirata, de pura conveniencia dudé un instante pero la suerte estaba echada

En el alto del portalón un negro con gafas negras, camisa abierta y jeans sucios me miró sin preguntarme.

Cuando me presenté como el nuevo segundo oficial de puente se encogió de hombros y continuó mirandome sin abrir la boca

Le pregunté por el Capitan y fue cuando se levantó remoleando y con el índice de la mano derecha me hizo seña que lo siguiera

El camarote del "viejo" tenía un aspecto semejante al casco del barco. La pintura gastada de los mamparos, la moqueta levantada y unas cortinas roñosas hablaban a las claras que me había enrolado en la "flota negra"

Sin levantarse el jefe de todo me dió la mano y recogió mis creendenciales y la carta del armador. La leyó lentamente, asintió con la cabeza y dijo, como quien habla con una hormiga: Bienvenido. Y dirigiéndose hacia el marinero, o lo que fuera aquel individuo que me acompañaba: Enséñele el barco.

MI camarote, es un decir, era nauseabundo. Pequeño y sucio parecía un hueco para calderos y escobas.

Dejé mis bártulos y de mala gana seguí al pirata que me servía de guía.

El puente parecía de la primera guerra mundial. Ni piloto autómatico, ni radar. Parecía que el sistema de navegar sería a tientas.

La derrota, tras el puente era tal. Lo mismo que la telefonía y la cámara de oficiales

En mi cabeza barajaba un súbito ataque de peritonites y desembarcar por la vía de urgencias

Las primeras palabras de aquel tipo fueron: Ahora la sala de máquinas.

No precisaba que abriese aquella mugrienta puerta metálica para imaginar lo que habría detrás de ella.

Abrió la puerta y casi empujándome me introdujo cerrando y quedándose fuera.

¡Anonadado!

Como si saliese de una pesadilla tardé un par de segundos en cercionarme que era real lo que veía.

La luz lo iluminaba todo. Era como un fin de año sin horteradas. La elegancia que allí se respiraba era increible. El mobiliario, la gente... Tres pistas de baile con diferentes ambientes se distribuían a varios niveles. En el centro, como presidiéndolo todo una barra de bar circular distribuía todo tipo de bebiidas y algo más. La ventimenta de los asistentes era espectacular; smokings, ellos y hermosísimos trajes de fiesta, ellas. Las músicas diferenciaban cada uno de los tres ambientes. El servicio tan elegante como los presumibles invitados. Unas pantallas rodeaban las pistas de baile mostrando paisajes marinos, como si el barco aquel o lo que fuera, navegaba por mares tropicales...

Aún sin reaccionar ante aquello sentí, a mis espaldas, una voz insinuante que me decía: hola.

Cuando me volví, ante mí, la mujer más ...

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