el marino que perdió el mar

el marino que perdió el mar

viernes, 2 de noviembre de 2012

Viajar...

Viajar...

Puedo asegurar que una de las razones que me movieron para escoger la que luego sería mi carrera, navegar como marino, fue el viajar...

Creo, a mí me sucedió, que lo que mueve al viajero es la curiosidad, por conocer el mundo pero también por conocerse a uno mismo en latitudes, situaciones y con personas diferentes.

"Viajamos porque queremos abrirnos a otras vidas, pero también para ponernos a prueba". (Gustavo Martín Garzo)
Personalmente el viaje lo identifiqué con la aventura. Y el momento más importante, el más excitante siempre el inmediatamente anterior al viaje. De hecho debo tomar algún calmante cuando preparo equipaje, itinerario y todo lo que implica el viaje.

Abrirnos a lo que pueda surgir. Dejar pasar las cosas y ser parte de ellas, no por el hecho de dejar huella o modificar la historia sino por dejarse envolver por el viaje-aventura.

Mi primer embarque en flota extranjera fue en un "tramp", barco que recoge carga diversa y navega hacia puertos indeterminados. Salir de Italia para Brasil, de La India hacia Alemania... siempre deseando conocer el próximo destino dependiendo de quien comprara los servicios de barco y tripulación.

Yo escribí en unos Duiarios de Navegación mis experiencias. Acaban de ser publicadas aunque aún no las leí. Si alguién decide conocerlas puede hacerlo a través de Amazón, con el título de "Imitando a Ulyses- Diarios de Navegación.

Estoy de acuerdo con la idea de Martín Garzo en que el viaje y la lectura tienen trayectos paralelos. Dejarse ir.., abandonarse..., sirve para ambos. El no conocer el destino exacto puede ser el equivalente a no conocer el desenlace de un relato.
El mundo se hace pequeño. Pensar que hoy se puede dar la vuelta al planeta en horas pierde romanticismo. Menos mal que aún se puede paliar esta limitación pensando en que existen lugares, aunque pueden ser pequeños que pueden ser un mundo, que merecen una atención especial, que tiene gancho por detalles concretos e impensables.
Personalmente puedo recordar una travesía por Picos de Europa quedando atrapados varios días en el refugio de Vega Redonda. Toda una aventura y muy próxima. También el pavor que pasé en el "paraíso terrenal" bíblico, desembocadura del Tigris y Éufrates cuando fuimos abordados por piratas.

Cuando viajamos, por lo menos a mi me pasa, soñamos con lo insospechado, con algo que nos sorprenda e que incluso nos cambie la vida.

La última parte de la aventura, para algunos importante, es poder contar lo viajado y conocido cuando nos erigimos en el personaje de la historia al contarla desde nosotros, con nuestra visión de lo que fue, realidad o fantasía o ambas al tiempo.

De niño, en la cama, conmigo mismo, soñaba en ser corresponsal en un país exótico, misionero o marino.

Me convertí en marino mercante. Viajé y soñé.

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