el marino que perdió el mar

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lunes, 26 de septiembre de 2011

La isla de los marinos de mierda (Murió Ventura)

Murió Ventura.
El día que murió Ventura me cagué en todos los dioses.
¿Para qué cojones queremos dioses si dejais morir a Ventura?
Muere otra gente.
¿Y a mi qué coño me importa?

Contramaestre.

Un hombre de mar como suelen decir los imbéciles que nunca pisaron un barco.
Un hombre.
¿Bebía?
¿Y qué?
El no lo ocultaba.
Otros roban y asesinan derechos y aún van a misa de 12.

Nunca había estudiado otra cosa que arranchar el barco, revisar la herrumbre, los cabos, pintar, preparar las maniobras...
Era un milagro observar como aquellas manos, inmensas, casi deformes, hacían virguerías con un cabo. Los nudos más difíciles. Lïmpios. Clavados.
Otra de sus habilidades era el fumar. Lo hacía con cigarrillos que el liaba, con papel de librillo. Lo interesante era cuando llegando al final dejaba caer el resto del cigarrillo en vertical, pegado al labio inferior y así hasta que llegaba mismo a
consumirlo en su boca.
Paraba poco en casa. Dejaba el dinero y volvía al barco. Su verdadera casa.

Una noche volvió cargado.
Parece ser que tuvo un mal paso al pasar la escala entre el firme y el barco.
Apareció ahogado o aplastado entre el casco y el muelle.

Murió Ventura.

De un poema de César Cunqueiro saco estos versos:

"Un igual destino nos arrastra,
inevitable,
te deslizas velozmente río abajo,
no oyes el redoblar de los tambores
que construyen cadalsos, sin fatiga,
para el frágil aire que respiras,
de homicida madera en las orillas"

Que a nadie se le ocurra.
A nadie.
Mentar a los dioses en mi funeral.

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