el marino que perdió el mar

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domingo, 23 de septiembre de 2012

Topo 2

Tenía los papeles!

Ahora, solo tendría que salvarse...

En un instante una docena de haces de luz convergieron en la ventana, se introducían por el techo,... buscaban, buscaban, buscaban...

La alternativa era la azotea. No conocía la casa pero recordaba que las contíguas eran de altura semejante. Habría alguna escapatoria.

Cuando comenzó a subir escuchó pasos unidos a los siseos. Aquellos cabronazos venían a por él. Alcanzó la puerta del ascensor en el momento que se encendía la luz inicando "subida". Subían por ambos lados. Mientras corría escaleras arriba se preguntó si el ascensor iría al tercero o marcarían el último piso. Enseguida tendría la respuesta.

El quinto era el último piso de viviendas. Unos cuantos escalones más y vió la puerta, que sin duda daría acceso al desván, azotea o tejado.

Casi al instante de ir hacia la puerta llegaba el ascensor. Dudó un segundo si seguir la huída o hacerles frente.

Los focos portaban un arma formidable. El consiguiera hacerse con un par de ellas en sendos ataques. El problema era cargarlas. Aún no sabía como hacerlo. Tenían una protuberancia en su parte superior, como si fuera un cargador. Dependiendo de la intensidad de la descarga el rayo que de ellas salía podría ser inhabilitador o mortal. De todas formas para eliminarlos no eran armas cómodas ya que su único punto débil conocido era la frente, concretamente la especie de luz que sobresalía de ella y apuntarle con un arma en pelea era complicado. El prefería la defensa con una barra corta de acero que llevaba en un funda de cuero. Era manejable y efectiva.

Decidió esperar a que los que salieran del ascensor. La escasa luz le ayudaría.

A través del cristal de la puerta distinguió dos focos. Colocado en la mano opuesta a la apertura esperó.

Cuando el primero salía le atizó un golpe fuerte y seco. Vió que caía y se agachó al tiempo que el otro foco lanzaba su descarga a la altura de su cabeza. Aún agachado lanzó otro golpe con la barra alcanzándolo de lleno.

No había tiempo ni para coger sus armas. Corriendo atravesó los escalones que lo separaban de la puerta del desván que estaba abierta como practicamente todas las de las casas registradas por los invasores.

Un pasillo en donde estaban los trasteros daba paso a una claraboya. Una pequeña escalera a su lado le permitió subir, abrir la ventana zenital y salir al tejado mientras desplazaba la escalera de una patada.

La inclinación no era muy pronunciada y pudo desplazarse hacia el edificio contíguo de igual altura. Sin ver hacia atrás pudo saltar al tejado contíguo. No se paró, siguió hacia el siguiente.

Mientras se desplazaba sobre las tejas notó con satisfacción como los haces de luces de la calle iluminaban los tejados que dejara atrás.

No podía continuar la marcha. La cuarta casa era más alta y no podía saltar así que en la tercera buscó la entrada. Tenía una pequeña azotea y una entrada por la que se metió.

Comenzaba a bajar por las escaleras cuando sintió los jodidos siseos. Estaban en la entrada!. Entró en una de las viviendas del cuarto piso. Buscó en donde poder esconderse. El salón tenía una chimenea de amplia campana. Se metió en ella y con la barra-garrote la incrustó hasta lograr un soporte estable.

Esperó de pie. Minutos más tarde notó que se acercaban a revisar la estancia. En ese momento se alzó encogiendose.

Vió los reflejos de las luces y de nuevo la oscuridad.

Esperó unos momentos y bajó. Agazapado esperó a que luces y ruídos se alejaran definitivamente.

Otro día. Otra noche vivo. Con satisfacción acarició el dossier por el que se había jugado el tipo.

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