el marino que perdió el mar

el marino que perdió el mar

viernes, 5 de octubre de 2012

Seguramente...

Seguramente una de las sensaciones más duras de un ser humano es la pérdida de una ilusión.

Intangible, dificilmente medible, la ilusión, a veces, es lo único que nos liga a la vida.

Imagino que puede ser algo similar a la pérdida de la vista.
El mundo es en color, con contrastes.
De pronto!
La luz se apaga.
Negro.
Negación de toda sensación de color, de luz.

Cuando nos refugiamos en ella, cuando es la meta, la pérdida es bestial. El mundo se nos viene abajo. Las puertas se cierran. Un velo nos cubre. Quizás la depresión. Ganas de coger un arma.

Un día, ya lejano, permití que un negro de la colla de la estiba del barco cogiese una merluza congelada. Me hizo un guiño desde la bodega y yo me hice el sueco. Miles de merluzas congeladas, un rota de un bloque no significaba mucha pérdida. Marchó. Poco más tarde la policía llegó al barco y tras hablar con el capitán me llamaron. Resulta que en mi guardia aquel "negro" había robado una merluza. Ante mi silencio me amenazaron con castigarme con no poder entrar más en su país. Despues, en el muelle, pegados al barco, le dieron una gran paliza con porras de madera.

La ilusión de aquel trabajador por llevarse la merluza.
Mi ilusión por permitírselo.
Por el suelo.

Pues esa anécdota, esa pequeña desilusión, queda ridícula cuando algo propio se nos rompe.
Somos frágiles, mucho más de lo que pensamos.
Vivimos poco y muchas veces mal. No nos podemos permitir perder una ilusión.
Sobretodo si nuestras esperanzas se centran en ella.

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